Juan Muro
2008-06-25 09:19:09 UTC
***@s:
La velocidad de la evolución de la tecnología nos atrapa, por mucho que corramos: Ni uno solo de los ingenieros informáticos cercanos a mí declara 'estar al dia', ser un auténtico week. Yo mismo, de quien todos conocéis mi pasión por este mundo, noto carencias formativas e informativas y muchas barreras para conseguir sentirme libre digitalmente.
¿Sentirse libre digitalmente?, ¿Pero es que estás colgado, Juan?, ¿Qué diablos es eso?. Pues eso es lo contrario a lo que sentimos cuando leemos la inmensa cantidad de datos que google tiene recopilado sobre todos y cada uno de nosotros, por ejemplo, o lo contraio al miedo que sentimos por tocar el registro de windows, o cuando desarmamos nuestra máquina para cambiar el procesador, o cuando abrimos, rompiendo el precinto, el contador de energía electrica de nuestra vivienda, por poner solo unos ejemplos.
Alcanzar la libertad digital, el derecho a modificar y hacer funcionar cada una de nuestras propias máquinas de la manera que nos plazca, es hoy una utopía. Lo que debería estar recogido en la Carta de Los Derechos Fundamentales de las Personas, no es sino un remoto sueño y, aunque el camino para alcanzarlo está iniciado, aún habrá que recorrer un amplio trayecto al menos en tres direcciones:
La primera es la adopción de software libre, (que no gratis), programas distribuidos bajo licencias participativas, que nos permitan modificarlos sin necesidad de enfrentarnos a un juez. Este ya es un viejo debate, gracias básicamente al señor Richard Stallmany al proyecto GNU, y aunque en este momento a todas las casas de desarrollo de software propietario y privativo les va muy muy muy bien económicamente, todas ellas se saben perdedoras de esta batalla a medio plazo e intentan acercarse tímidamente para ir adoptando posiciones cada vez menos intransigentes sobre las exigencias de los usuarios en torno a la propiedad del código que contienen los programas que compramos.
La segunda dirección en la que deberemos avanzar es el acceso al control total del hardware que compramos, y no me refiero exclusivamente a los ordenadores, que ahora ya contienen procesadores las tostadoras, las cafeteras, los frigoríficos, las calefacciones y los automóviles, por ejemplo, pero son muy escasos aún los dispositivos que nos permiten deconstruirlos.
Pero una vez conseguidos estos dos aspectos y 'metidos en noble ley' (Don Quijote dixit) los fabricantes de máquinas y programas, nada nos aseguraría una verdadera libertad digital si la energía que consumimos no estuviera bajo nuestro control directo, y esta es la tercera dirección en la que debemos avanzar. Todos debemos comenzar a pensar en (a corto plazo) producir la energía que habitualmente consumimos en las tareas domésticas, en exigir (a medio plazo) una producción de energía industrial de origen límpio y (a largo plazo) conseguir la socialización de la propiedad energética, de tal manera que cada usuario sea accionista y esté representado en el consejo de administración de las grandes compañías.
Todo esto parece un programa ideológico de un menda que ha tenido un mal sueño, pero no son sino unas consideraciones básicas de las que creo que debemos advertir a nuestros hijos y alumnos, pues ya que no podemos dejarles un mundo más justo, es nuestra obligación contarles quiénes nos lo impidieron y qué pueden hacer para remediarlo.
A pesar de lo cual estaré encantado de oir vuestras opiniones contrarias y de que destapéis los errores que, de seguro, encierra mi discurso.
Salu2
`8¬]
Juan Muro
La velocidad de la evolución de la tecnología nos atrapa, por mucho que corramos: Ni uno solo de los ingenieros informáticos cercanos a mí declara 'estar al dia', ser un auténtico week. Yo mismo, de quien todos conocéis mi pasión por este mundo, noto carencias formativas e informativas y muchas barreras para conseguir sentirme libre digitalmente.
¿Sentirse libre digitalmente?, ¿Pero es que estás colgado, Juan?, ¿Qué diablos es eso?. Pues eso es lo contrario a lo que sentimos cuando leemos la inmensa cantidad de datos que google tiene recopilado sobre todos y cada uno de nosotros, por ejemplo, o lo contraio al miedo que sentimos por tocar el registro de windows, o cuando desarmamos nuestra máquina para cambiar el procesador, o cuando abrimos, rompiendo el precinto, el contador de energía electrica de nuestra vivienda, por poner solo unos ejemplos.
Alcanzar la libertad digital, el derecho a modificar y hacer funcionar cada una de nuestras propias máquinas de la manera que nos plazca, es hoy una utopía. Lo que debería estar recogido en la Carta de Los Derechos Fundamentales de las Personas, no es sino un remoto sueño y, aunque el camino para alcanzarlo está iniciado, aún habrá que recorrer un amplio trayecto al menos en tres direcciones:
La primera es la adopción de software libre, (que no gratis), programas distribuidos bajo licencias participativas, que nos permitan modificarlos sin necesidad de enfrentarnos a un juez. Este ya es un viejo debate, gracias básicamente al señor Richard Stallmany al proyecto GNU, y aunque en este momento a todas las casas de desarrollo de software propietario y privativo les va muy muy muy bien económicamente, todas ellas se saben perdedoras de esta batalla a medio plazo e intentan acercarse tímidamente para ir adoptando posiciones cada vez menos intransigentes sobre las exigencias de los usuarios en torno a la propiedad del código que contienen los programas que compramos.
La segunda dirección en la que deberemos avanzar es el acceso al control total del hardware que compramos, y no me refiero exclusivamente a los ordenadores, que ahora ya contienen procesadores las tostadoras, las cafeteras, los frigoríficos, las calefacciones y los automóviles, por ejemplo, pero son muy escasos aún los dispositivos que nos permiten deconstruirlos.
Pero una vez conseguidos estos dos aspectos y 'metidos en noble ley' (Don Quijote dixit) los fabricantes de máquinas y programas, nada nos aseguraría una verdadera libertad digital si la energía que consumimos no estuviera bajo nuestro control directo, y esta es la tercera dirección en la que debemos avanzar. Todos debemos comenzar a pensar en (a corto plazo) producir la energía que habitualmente consumimos en las tareas domésticas, en exigir (a medio plazo) una producción de energía industrial de origen límpio y (a largo plazo) conseguir la socialización de la propiedad energética, de tal manera que cada usuario sea accionista y esté representado en el consejo de administración de las grandes compañías.
Todo esto parece un programa ideológico de un menda que ha tenido un mal sueño, pero no son sino unas consideraciones básicas de las que creo que debemos advertir a nuestros hijos y alumnos, pues ya que no podemos dejarles un mundo más justo, es nuestra obligación contarles quiénes nos lo impidieron y qué pueden hacer para remediarlo.
A pesar de lo cual estaré encantado de oir vuestras opiniones contrarias y de que destapéis los errores que, de seguro, encierra mi discurso.
Salu2
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Juan Muro